dimarts, 10 de juny del 2008

Transformación 214: Lo que cuenta

Por Alicia

El estruendo que provocaban los cascos del caballo retumbaba por todo el bosque. El jinete se aferraba con fuerza a las riendas e iba al galope tendido, con la expresión desencajada por el esfuerzo. Se observaba, a todas luces, que era un mensajero; le delataban sus ropajes y el cilindro de metal que llevaba prendido al cinto. A pesar de todo, parecía absorto: el rumbo de sus reflexiones le alejaba de aquel lugar.

De repente, una figura encapuchada le salió al encuentro en un recodo del camino. Sobresaltado, el mensajero detuvo su montura, justo a tiempo.

Veloz como el viento, desenvainó la espada y aguzó la vista para tratar de reconocer al extraño que le obstaculizaba el paso. La cara se le relajó, mostrando una mezcla de asombro y alegría.

Bajó el brazo que empuñaba la pesada arma y desmontó con un ágil salto.


Cogiendo al recién llegado por los hombros, le escrutó la cara, asegurándose de que no le habían engañado sus ojos. Finalmente, con una sonrisa de aprobación, se fundieron en un cálido abrazo.
Se sentaron sobre la hierba húmeda que bordeaba el camino y observaron las últimas luces del día, el cielo teñido de naranja en el horizonte.


No pudiendo contener más la curiosidad, el jinete planteó la duda que lo atormentaba:


- Creí que estabas muerto.


- En cierto modo, lo estuve- respondió el otro, mirándole fijamente a los ojos-. Y te aseguro que no he vuelto a ser el mismo desde la batalla en los Abismos de Fuego. Verás, mi reciente… experiencia, me ha ayudado a apreciar cada momento, por insignificante que parezca. Cada sonrisa y cada llanto, cada ilusión y cada suspiro nos llenan y dan sentido a lo que somos.


- Tal vez- concedió el mensajero-. Te he echado de menos.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Bonito, evocador...

:)