Por el paseante
Después de muchos años sin verse, sin olvidar la vieja herida, un amigo común consiguió reunirles entorno a una mesa.
Aunque sus rostros habían cambiado para envejecer, se reconocieron en la mirada del otro.
El más alto era solemne. Apareció trajeado, con su barba gris cuidada, y los pómulos algo enrojecidos (quizá por el frío de esa noche).
El otro era escuálido, sin afeitar en la última semana. Parecía surgir de una grave enfermedad.
El primero en alargar la mano fue el hombre elegante. El que parecía débil la estrechó sin calor.
-Has adelgazado. ¿Es por algún problema de salud?
-Perdí peso hace veinte años. Tenía motivos para adelgazar. ¿Lo recuerdas?
-Siento haberme enamorado de Ana -afirmó desviando los ojos de su interlocutor el tipo de la barba gris-. Siento haberla alejado de ti.
-Hace mucho que me olvidé de vosotros. En la vida hay tiempo para todo. Reír y llorar, divertirse y apagarse... Y cuando estás a punto de nacer, ya debes prepararte para morir. Porque las ganas de llorar que tienen los bebés es porque ya la sienten próxima.
-¿Qué sienten?
-El olor difundido de la muerte... Luego, uno se acostumbra.
Pasaron al interior del local para tomar una copa, animados por el amigo común.
-¿Cómo está Ana? -preguntó el tipo sin afeitar, mientras cruzaban la puerta.
-Lo ignoro. Me abandonó al poco tiempo de huir juntos.
Entonces, el hombre escuálido elevó la mano hasta alcanzar la espalda del hombre alto. Lo hizo por primera vez con calor. Parecían preparados para recuperar la amistad de antaño, para recuperar todo aquel tiempo perdido.
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2 comentaris:
sensible i tendre, molt maca.
Per fi toquem el tema de l'amor!!
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